Los jardines secretos se hacen visibles ante la claudicación de la claustrofobia de pilares sagrados.
La lluvia divina prevalece en sus peregrinos en un incesto de nunca acabar.
El doble falo es la guía hacía el propio conocimiento, hacia una salvación inexistente.
El séquito grita a voz viva su ignorancia, hacia un dios andrógino ajeno a su naturaleza, viviendo en negación.
¿Que es el bien?Pues sino la auto-limitación
¿Que es el mal?Sino la reducción de coacciones.
Pues nacemos enfermos ingennus, pues nuestra carnalidad nos condena, nuestra materialidad dependiente de la unión del lago blanco hacia un océano de sangre donde pulula la plaga que se destruye a si misma.
Pues no existe pureza, ni virginidad eterna, no existe lo sacro
y mucho menos lo santo, nuestra propia naturaleza nos arrastra
a la banalidad, nuestras túnicas, sellos y oraciones son débiles
ante el instinto.
Celebremos junto a la meretriz que dio a un hijo bastardo gracias a las copas,
abramos la boca para recibir la sangre blanca y roja como lluvia en abril.
En una fogata pagana hagamos los juramentos,
libremos nuestro instinto,
quememos el falo celestial con el calor de la orgía herética.
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